Monday, September 10, 2007

Encuentros

¿Por qué será que después de un buen fin de semana, volver a la rutina es tan odioso? A veces en medio de mi cubículo corporativo, leyendo uno de estos aburridos correos de Outlook, mirando un tema que no me interesa y que jamás me interesará, mi espíritu se alborota y me da ganas de gritar ‘Freeeeeeeeeedom!’ al estilo de William Wallace en ‘Corazón Valiente’, mientras tiro mi portátil en una escena de cámara lenta. Es bueno soñar despierto.

Volviendo en mi rutina corporativa, sólo me queda recordar que el dinero no es la felicidad, pero que bien que la simula y que leer estos correos soporíferos es lo que paga el tiquete para esos fines de semana inolvidables. Hace poco leí que con el tiempo, lo que más cansa de la vida no es cuánto cuestan las cosas, sino que todo tiene precio. Y es horrible, pero todo parece tener un precio.

Mejor regreso a los recuerdos felices del fin de semana y de volver a abrazar a gente que recordabas más alta y verla más bonita y más madura y pensar que 10 años no han hecho tanta mella como uno pensaba. Sentadas en la mesa en Wok era como estar sentadas en el recreo de nuevo y se sintió muy bien.

Volver a ver a mis amigos, a mis amigos que no trabajan conmigo y con los cuales puedo hablar horas de cosas que no estén relacionadas al trabajo: Eso es como Master-Card, priceless! Llega un punto que todas mis conversaciones en Medellin tarde que temprano tienden a lo mismo (trabajo o relacionado) que hablar con gente que n.p.i (No poseen información) es de lo más refrescante. Y uno recuerda por qué es tan bueno hablar con los amigos y luego pienso, estoy sola acá y todo está a $400.000 pesos de distancia mínima y me deprimo.

Volviendo a los recuerdos felices del fin de semana y de los deliciosos langostinos tempura y el sushi y sentirme como en Japón por unos 30 minutos. Brindar con sake. Genial. Algún día tengo que ir o espero que Dios me mande como espíritu chocarrero en un templo shinto. Me gusta eso. Pero bueno, quiero verlo también en vida y parecer un turista japonés, tomando fotos hasta el aburrimiento para no olvidar ningún instante, ningún color, ningún olor. ¿De dónde viene esto en mí? A veces pienso que es el destino y que el destino me ha llevado a encontrarme con la gente que estimo. O tal vez la última reencarnación no resultó, como con el conde Patula, y en vez de llamarme Akane o Keiko y vivir en una caja de fósforos mientras me obsesiono con Tuxedo Mask, el Karma decidió que naciera en Colombia y fuera feliz (o lo más posible de alcanzar).

Creo que esto terminó siendo más denso de lo que originalmente esperaba.

La próxima posteo más Light 0% emo.

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